Transiciones en el Pacto Histórico: Posibilidades y desafíos para una agenda de posdesarrollo
From the Series: A la izquierda del poder
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El gobierno colombiano del Pacto Histórico hace parte del nuevo giro ecológico de la izquierda en Latinoamérica con algunas particularidades. Por un lado, el PH habla de forma explícita de una transición energética y de la lucha contra el cambio climático. Estos dos aspectos hacen que, al menos discursivamente, se distancie de la ruta de transformación de otros gobiernos progresistas que buscaron a través de la explotación y nacionalización de recursos naturales el fortalecimiento del Estado y la economía, con lo cual se alejaron de una agenda del postdesarrollo. Esta agenda crítica fuertemente el desarrollo hegemónico, y fundamentos centrales de este como el crecimiento económico, la explotación de la naturaleza y el antropocentrismo; entre otros pilares como el colonialismo, el imperialismo, el capitalismo y el heteropatriarcado.
En el Pacto convergen dos visiones sobre el desarrollo: la progresista y la del Vivir Sabroso. Ambas comparten apuestas de gobierno: rol activo del Estado, construcción de una sociedad con garantía plena de derechos, integración latinoamericana, relaciones simétricas con el norte global y consolidación de la soberanía, entre otros. Todo lo anterior se materializa en la propuesta del Plan Nacional de Desarrollo (PND): Colombia, potencia mundial de la vida. Esta propuesta sitúa en el centro la protección de la vida, la cual se espera alcanzar a través de cinco grandes transformaciones: (i) ordenamiento territorial alrededor del agua; (ii) seguridad humana y justicia social; (iii) derecho humano a la alimentación; (iv) transformación productiva, internacionalización[1] y acción climática; y (v) convergencia regional[2]. Desde este PND, el Pacto cuenta con la oportunidad de contribuir a una agenda del postdesarrollo y a una transición ecosocial más amplia en Colombia que a su vez haga parte de las transiciones civilizatorias, un marco que tiene como cimientos el postdesarrollo, la decolonialidad, el feminismo y las reflexiones sobre el post-extractivismo. Esto lo hace el PND al priorizar el cuidado de la vida, la equidad, la paz, las personas y los territorios.
Sin embargo, en la propuesta del Pacto también es posible identificar retos para concretar una agenda de este tipo. Si bien en la propuesta del PND se ponen en diálogo apuestas por el Vivir Sabroso (una visión similar al Buen Vivir de los pueblos indígenas andinos) con visiones críticas del desarrollo como el Desarrollo Humano y Sostenible, estos últimos no dejan de reproducir aspectos controversiales de las visiones de desarrollo hegemónicas. En ese sentido, uno de los retos que tiene este gobierno es pensar críticamente sobre los fundamentos políticos y onto-epistemológicos de su visión de desarrollo. Esto porque existe un diálogo tenso en el quehacer del gobierno entre el desarrollo humano y sostenible con las alternativas al desarrollo, de las que hace parte el Vivir Sabroso. Hasta el momento esos diálogos son asimétricos a favor de versiones del desarrollo que si bien critican aspectos del modelo hegemónico, comparten una misma matriz de pensamiento como ocurre con del desarrollo humano y sostenible.
En el PND se observa una inclusión transversal de propuestas provenientes de población indígena, afrodescendiente, campesina e incluso urbana y de corte feminista que de manera radical han criticado los fundamentos del desarrollo dominante y que alimentan la agenda del postdesarrollo. Esto se refleja, por ejemplo, en la centralidad del cuidado y la naturaleza. No obstante, hay una tendencia a borrar las particularidades de las alternativas post-extractivistas al desarrollo al acercarles sin las distinciones debidas con posturas como las del desarrollo humano o sostenible. Por ejemplo, el Vivir Sabroso en la propuesta del PND se concibió “como un estado de bienestar social, económico, cultural y político” que:[3]
“requiere consolidar una gran apuesta en común en la cual la relación Estado-sociedad armoniza sus esfuerzos para propiciar las condiciones requeridas y así convertir a Colombia en una potencia mundial de la vida. Este objetivo implica la protección integral de la población, la provisión de servicios sociales sin dejar a nadie atrás, y el acceso a la justicia centrado en las personas, comunidades y territorios. La seguridad humana y la justicia social garantizarán la dignidad humana, el ejercicio de las libertades y el desarrollo de las capacidades necesarias para que las personas y los hogares puedan llevar a cabo el plan de vida que consideran valioso” (Propuesta PND, 2023: 63).
Aspectos más afines a las alternativas al desarrollo como la subsistencia, la reciprocidad, la relacionalidad, la espiritualidad, la relación con lo ancestral y el territorio, el ecocentrismo, las economías diversas (más allá de la popular), las apuestas por las transiciones civilizatorias, no se destacan en esta definición. Si bien el postdesarrollo reconoce la hibridez como un factor característico de ciertas alternativas al desarrollo, es siempre necesario estar atentos a que esto no suponga sucumbir a la lógica desarrollista. Adicionalmente, avanzar en las transiciones civilizatorias requiere, como propone Escobar (2016), diseñarlas. Este diseño debe ser para el corto, mediano y largo plazo.
En el corto plazo es urgente enfrentar las condiciones de desigualdad tan arraigadas y extremas de la sociedad colombiana, punto central para el postdesarrollo. Esto, entre otras cosas, porque un importante sector de quienes votaron a favor del Pacto claman por cambios inmediatos, lo cual requiere alejarse de las recetas neoliberales dado que no han permitido avanzar decididamente en el cambio estructural tan necesitado. Las reformas laboral, pensional y de salud del gobierno se encuentran en una gran encrucijada, pues al afectar a sectores poderosos han sido moderadas o han sido abiertamente rechazadas por el Congreso de la República (reforma laboral).
En el corto, mediano y largo plazo es necesario un cambio cultural, social, económico y político radical para materializar el llamado del postdesarrollo a transiciones civilizatorias. Este cambio requiere de una alta dosis de pedagogía de enseñanza y aprendizaje, en lo cual el Pacto ha fallado, pues no ha logrado comunicar de forma adecuada propuestas como la transición energética, con consecuencias terribles. En torno a esto han ocurrido varias cosas de las que vale la pena resaltar dos. Por un lado, se ha generado pánico en distintos sectores de la población que no comprenden cómo se financiará la acción estatal sin los recursos provenientes del petróleo; y por el otro, las propuestas del gobierno se han tergiversado por sectores privilegiados y de derecha para deslegitimar las apuestas del Pacto.
Pensar en sintonía con una agenda del postdesarrollo supone preguntarse por el tipo de economía que se requiere para la transición. El Pacto está haciendo apuestas interesantes: consolidar la economía popular a través de una política pública, poner en marcha una industria limpia que genere empleos de calidad, la bioeconomía y una política de reindustrialización. Si bien existe una apuesta económica concreta, en términos del postdesarrollo uno de los retos a enfrentar tiene que ver con descentrar el crecimiento económico como fin y medio para alcanzar el bien-estar, y evitar la mercantilización de la naturaleza y los territorios.
Esto supone que el gobierno del Pacto esté atento a que iniciativas como la bioeconomía no terminen por volver a Colombia en una nueva despensa del norte global bajo el rótulo de economías sustentables (verde y azul), que a su vez lleven a mayor explotación de la naturaleza y los territorios con apuestas como las del turismo y la energía limpia. Este riesgo latente puede contribuir al agotamiento de ciertas especies y minerales; y a la creación de nuevos monopolios. Adicionalmente, el PH tiene la tarea de desenmascarar y contribuir a desarticular el dogma neoliberal, cuestión que no es nada fácil, y a la que contribuiría significativamente el fortalecimiento decidido de las alternativas al desarrollo existentes en Colombia. Esta sería una de las oportunidades mayores con las que cuenta el actual gobierno para consolidar una agenda del postdesarrollo, para lo que se requiere claridad política y onto-epistemológica sobre las diferencias radicales entre alternativas al desarrollo y desarrollos alternativos como los que materializa el desarrollo humano y sostenible.
[1] Esto hace referencia a la consolidación de Colombia como un socio comercial en la economía mundial, priorizando países de América Latina.
[2] La convergencia regional busca fortalecer las relaciones entre diferentes regiones de Colombia; entre ciudadanos y entre estos dos y el Estado.
[3] La noción de Vivir Sabroso aparece solo una vez en la versión final del PND. Si bien nociones como el Buen Vivir aparece más veces, su uso es genérico o está asociado a la población indígena.
Colombia’s Pacto Histórico (Historic Pact) government is part of the new ecological left turn in Latin America, with a few important particularities. The Pacto explicitly speaks of an energy transition, as well as the fight against climate change. These two aspects differentiate, at least discursively, the Pacto from other progressive governments that have sought to strengthen the state and the economy through exploiting natural (and often nationalized) resources, distancing themselves from a post-development agenda. This agenda strongly criticizes the core foundations of hegemonic development: economic growth, the exploitation of nature, and anthropocentrism, among other pillars such as colonialism, imperialism, capitalism, and (hetero)patriarchy.
Two different visions of development converge in the Pacto: the progressive vision and that of Vivir Sabroso from the Afrodescendent people in Colombia. Both share certain government commitments: the active role of the state, building a society in which rights are fully guaranteed, Latin American integration, symmetrical relations with the Global North, and the consolidation of national sovereignty, among other aspects. These visions are materialized in the National Development Plan (PND, hereafter the Plan): Colombia, A Global Force of Life. The Plan is centered on the protection of life, which would be achieved through five major transformations: (i) territorial planning around water; (ii) human security and social justice; (iii) the human right to food; (iv) transformation of production, internationalization,[1] and climate action; and (v) regional convergence.[2] Through the Plan, the Pacto can contribute to a post-development agenda and a broader ecosocial transition in Colombia that, in turn, would become part of an urgent civilizational transition, a framework rooted in post-development, decolonial, feminist, and post-extractivist approaches. It does so by prioritizing caring for life, social and environmental justice, and territorial peace.
There are challenges to enacting this type of agenda. While the Plan puts commitments to Vivir Sabroso (a similar vision to that of Buen Vivir´s Andean indigenous peoples) in dialogue with alternative visions of development, such as human and sustainable development, which continue to reproduce controversial aspects of hegemonic development perspectives. In that sense, it will be important for the government to think critically about the political and onto-epistemological foundations of its visions of development. Petro’s administration maintains a tense dialogue between human and sustainable development frameworks, on the one hand, and more radical alternatives to development, including Vivir Sabroso. At this time, these dialogues lean in favor of versions of development that, despite their critique, uphold conventional aspects of the hegemonic model.
The inclusion of proposals coming from Indigenous, Afrodescendent, peasant, urban and feminist movements, which have fostered a post-development agenda, can be seen in the Plan proposal. This is reflected, for example, in the centrality of care and nature. That said, there is still a tendency to erase the particularities of post-extractivist alternatives to development by bringing them together with human development and sustainable development without making the necessary distinctions. For example, Vivir Sabroso is conceived “as a state of social, economic, cultural, and political well-being” that:[3]
[…] requires consolidating a major common project in which the state-society relation harmonizes its efforts to promote the necessary conditions to make Colombia into a global force of life. This objective involves the comprehensive protection of the population, the provision of social services without leaving anyone behind, and access to justice centered on people, communities, and territories. Human security and social justice will guarantee human dignity, the exercise of freedoms, and development of the necessary capacities so that people and households can carry out the life plan that they consider valuable. (PND 2023, 63).
Elements that are more in line with alternatives to development, such as subsistence, reciprocity, relationality, spirituality, the relation with the ancestral and the territory, ecocentrism, diverse economies (beyond the popular), and calls for civilizational transitions, do not stand out in this definition. While post-development frameworks recognize hybridity in building alternatives to development, it is necessary to be careful that this does not succumb to the developmentalist logic. It also requires thinking about what type of transition we want and, as Escobar (2018) proposes, how to design for it in the short-, middle-, and long-term.
In the short-term, there is an urgent need to confront the deeply rooted and extreme conditions of inequality in Colombian society, a central point for post-development practices. A majority of those who voted for the Pacto are calling for immediate changes, which requires moving beyond the neoliberal recipes that have prevented the much-needed structural changes. The government’s labor, pension, and health care reforms are at a major crossroads because, since they affect powerful sectors, they have been watered down or openly rejected by the Congress (in the case of the labor reform).
In the short-, medium-, and long-term, radical cultural, social, economic, and political change is necessary to materialize post-development’s call for civilizational transitions. This change requires a high degree of pedagogy: of learning and of teaching. The Pacto is failing to communicate proposals such as the energy transition, with dire consequences. On the one hand, this has led to panic among different sectors that do not understand how the proposed reforms will be funded without resources provided by petroleum. On the other hand, the government’s proposals have been misrepresented by elite and right-wing sectors to delegitimize the Pacto’s commitments.
Thinking in tune with a post-development agenda means asking what type of economy is necessary for the transition. The Pacto is making interesting wagers: consolidating the popular economy through public policy, promoting clean industry that generates quality jobs, bioeconomy and a reindustrialization policy. While there is a concrete economic wager, the challenge in terms of post-development has to do with decentering economic growth as the means and objective for reaching well-being, and avoiding the commercialization of nature and territories.
Therefore, the Pacto must be careful that initiatives such as the bioeconomy do not end up making Colombia into a new pantry for the Global North under the label of sustainable (green and blue) economies, which, in turn, lead to greater exploitation of nature and territories, betting on, for example, tourism and clean energy. This can lead to the exhaustion of certain species and minerals and the creation of new monopolies. Furthermore, the Pacto faces the challenge of dismantling the neoliberal dogma, which is no easy task, and to which the decisive strengthening of alternatives to development would contribute greatly. This is one of the current government’s greatest opportunities for consolidating a post-development agenda, for which political and onto-epistemological clarity is required about the radical differences between alternative development, such as human and sustainable development, and genuine alternatives to development.
[1] This refers to the consolidation of Colombia as a commercial partner in the world economy, prioritizing Latin American countries.
[2] The regional convergence seeks to strengthen relations between different Colombian regions, among citizens, and between these two and the state.
[3] The notion of Vivir Sabroso is mentioned only one time in the final version of the PND. Although the notion of Buen Vivir is mentioned more times, its use is rather generic or associated with Indigenous populations.
Escobar, Arturo. 2016. Autonomía y diseño. La realización de lo comunal. Popayán: Universidad del Cauca.
Escobar, Arturo. 2018. Designs for the Pluriverse. Radical Interdependence, Autonomy, and the Making of Worlds. Durham, N.C.: Duke Press.
Petro Urrego, Gustavo, y Francia Elena Márquez Mina. 2023. Colombia, potencia mundial de la vida: Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026 [Colombia, A Global Force of Life: National Development Plan 2022–2026]. Bogotá: Gobierno de Colombia.