Quemando cánones o sobre las notas al pie de la política de Petro

From the Series: A la izquierda del poder

(English translation below)

En septiembre de 2022, Gustavo Petro dio su primer discurso ante las Naciones Unidas, un mes después de asumir la presidencia en Colombia, y habló sobre la hipocresía de las Naciones Unidas. Denunció los discursos del Norte global y del complejo industrial de las organizaciones sin ánimo de lucro (‘NPIC’ por acrónimo en inglés) sobre “salvar la selva”, discursos que en realidad hacen más daño que bien al trabajo de la justicia climática en América Latina. Él afirma:

[V]engo de un país de belleza ensangrentada … no solo es bello … allí también hay violencia … Nada más hipócrita que el discurso para salvar la selva … la selva se quema, señores, mientras ustedes hacen la guerra y juegan con ella … la selva salvador es vista en mi país como el enemigo a derrotar como la maleza a extinguir … Para ustedes mi país no les interesa sino para arrojarle venenos a sus selvas, llevarse a sus hombres a la cárcel y arrojar a sus mujeres a la exclusión. No les interesa la educación del niño, sino matarle su selva y extraer el carbón y el petróleo de sus entrañas.

La poética inquebrantable y el discurso carismático de hombres como Petro son a la vez la cara pública y un problema sin resolver de la izquierda en Colombia y más allá. Aquí, veo entre lágrimas de rabia y alegría cómo Petro eleva los legados literarios e izquierdistas de la historia de Colombia, su referencia a Gabriel García Márquez, su feroz anti–imperialismo, descentrando la producción de conocimiento ante una audiencia que rara vez escucha al Sur (Roy, 2020). Sin embargo, la cara que veia en las Naciones Unidas, hablando con una hermosa prosa anti–imperialista, desafiando directamente y mirando fijamente a los líderes del Norte global era la de Petro. Pensé en ese momento, ¿qué estará Márquez sintiendo-pensando (sentipensando) mientras ve este discurso en las Naciones Unidas?

Estos sentimientos de rabia productiva son sensaciones compartidas por muchas feministas colombianas y feministas cercanas a las luchas de liberación en América Latina. Abrazamos, pero también vemos más allá de la hermosa prosa poética del primer presidente de izquierda en la historia de Colombia, mientras habla verdades ante los líderes mundiales en las Naciones Unidas en gringolandia. Este acto me da alegría de muchas maneras. Este análisis de las “venas abiertas de América Latina” (Galeano, 1971) jugó un papel importante para ayudarme a comprender mi propia extracción y desplazamiento forzado de Colombia, y me llevó a construir mi relación con los movimientos con los que he luchado. Este análisis da forma a mi comprensión de la tensa relación entre la academia, el acto de construir conocimiento y el apoyo a los movimientos sociales.

Pero los silencios, al mismo tiempo, hacen que la escena de Petro en asamblea sea insoportable de ver. Nos enfurecemos y lloramos por las voces e historias que faltan. A la vanguardia está la voz perdida de Francia Márquez, como la primera mujer afrocolombiana en ocupar el cargo de vicepresidenta. Márquez representa una voz que falta de la izquierda latinoamericana: una voz que ha sido constantemente silenciada, pisoteada, mientras los machos militantes de la izquierda colombiana luchan sobre ella hacia el poder. La prosa de Petro ante la asamblea de las Naciones Unidas es solo un ejemplo de este patrón de cooptación. Márquez ha arriesgado su vida durante décadas en la lucha por la justicia ambiental dentro y fuera de su comunidad en la región del Pacífico. Petro es culpable de su propia acusación ante las Naciones Unidas, en tanto relega a las mujeres a los márgenes como un medio y ganando poder por medio de la extracción de los recursos impulsados por las comunidades y las historias de lucha por la justicia movilizadas por la gente. Márquez, y los movimientos sociales afrocolombianos, indígenas y campesinos que trajo al poder al Pacto Histórico, se están convirtiendo en una nota al pie de página de la política poética de Petro, cuando el legado y la lucha de Márquez deberían ser el centro de una política reparadora en América Latina, recordando la historia de la violencia de clase, la violencia racializada y la violencia de género en la construcción de lo que la presente administración se refiere como la “Paz Total”.

Al igual que Márquez no es y no debería ser una nota al pie de página en los discursos de Petro, en mi trabajo como activista-académica con movimientos sociales contra la violencia estatal, dentro y más allá de los espacios callejeros, he insistido en centrar las lecciones de líderes sociales colombianos, quienes son mis maestras, maestros y maestres en la creación de prácticas impulsadas por la comunidad para reparar y curar en lugar de extraer.

Son los maestros, maestras, maestres y líderes sociales que deben centrarse en la memoria social de los movimientos contra la violencia estatal en Colombia. Sin embargo, en mi propio trabajo, veo cómo, una y otra vez, estas maestras, maestros y maestres son consideradas notas al pie de página. Empezando en 2011, fui parte de un proyecto colectivo llamado PARCES (Pares en Acción-Reacción Contra la Exclusión Social), inspirado en las modalidades de Investigación Acción Participativa (IAP) y ciencia popular de Orlando Fals Borda[1]. Los fundadores de PARCES nos reunimos inicialmente para fundar el colectivo en medio de diferencias extremas de clase. PARCES se configura así como una organización que trabaja contra las prácticas de violencia estatal y exclusión social en los espacios de calle en Colombia. Nuestro logotipo, zapatos arrojados sobre una línea eléctrica, señalaba nuestro tenso deseo de caminar en solidaridad con otros que ocupan un lugar diferente del privilegio de clase en la sociedad. Nuestra conceptualización de la exclusión social estaba inextricablemente vinculada a las ideas sobre la diferencia de clase y los patrones de exclusión en la ciudad. De este modo, el logotipo también representaba fuerzas de resistencia y conexión, que cuelgan o que pesan sobre estructuras de opresión. No creo que alguna vez hayamos verbalizado esta metáfora, pero el trabajo de acción-reacción que hicimos retaba divisiones de clase, como carga en una pesada estructura de privilegio de clase tanto en la Universidad de los Andes (un lugar de poder y privilegio), como en las calles del centro de la ciudad, a solo unas cuadras de la universidad. Los zapatos de PARCES simbolizaban el método de acompañamiento radical, de documentar y presenciar la violencia policial, creando visibilidad y denunciando la violencia desde arriba de las líneas de poder.

Sin embargo, estas diferencias de clase, y el silenciamiento de militancias machistas dentro del movimiento, finalmente destruyeron el colectivo. Aunque resistirse a las divisiones de clase tradicionales en la sociedad fue una de las razones por las que PARCES ganó popularidad tan rápidamente, y por la que la gente de una institución de élite sentía tanto entusiasmo de unir fuerzas con camaradas en las calles, hubo importantes dilemas sobre el privilegio de clase sin resolver que facilitaron la reproducción de los tropos comunes asociados a los complejos de “salvación” además de la cooptación de principios y praxis participativos (Martinez, 2019; Ritterbusch, 2019). Igualmente, no todos invirtieron en el proyecto de la misma manera, por las mismas razones, ni las apuestas eran las mismas para cada individuo. Necesitábamos mecanismos concretos para abordar la diferencia de clase, los privilegios y lo que eso significa para la sobrevivencia y salud mental de todos. Necesitábamos preguntar: ¿Qué vamos a hacer colectivamente sobre la diferencia de clase en nuestro colectivo? ¿Cómo vamos a abordar esto para garantizar la sobrevivencia a largo plazo de todos los miembros del colectivo [y más allá], y ¿cómo podemos reconciliar lo que esto implica sin caer en las lógicas del NPIC de la caridad y la lucha social comercializada?

Creo que todavía no hemos resuelto este dilema. Después de PARCES, surgieron múltiples organizaciones que buscan justicia, muchas de las cuales siguen siendo irresponsables, reproduciendo prácticas tóxicas del NPIC. Cooptan los recursos internacionales de justicia social (en lugar de redirigir recursos hacia movimientos y activistas de la calle que fueron fundamentales para su posicionamiento político) y lanzan a estos activistas a las notas al pie de página, como lo hace Petro con Márquez, parándose sobre sus hombros, mientras ocupan posiciones de poder y visibilidad, sin reconocer quién y qué historias se utilizan como peldaños en el mundo de la defensa de los derechos humanos y la formulación de políticas contra la violencia policial.

Lo que estas organizaciones parecen haber aprendido en su dominio de los principios y prácticas del NPIC es que pueden capitalizar una cierta militancia machista, insistiendo en su espíritu radical, mientras cooptan el espacio a nivel de la calle e insisten en la reforma del estado policial, que es una postura más financiable y legible en círculos de poder en la política nacional, en lugar de continuar empujando horizontes abolicionistas.

Notas

[1] Orlando Fals Borda fue un sociólogo colombiano conocido por su conceptualización de la IAP desde espacios de movimientos sociales de los 70s en el sur global. Parte de mi proceso de reflexión después del cierre del PARCES fue entender el contexto de militancia macho implícito en el trabajo de Fals Borda.

Burning Canons, or, On the Footnotes of the Politics of Petro

Gustavo Petro stood before the United Nations in September 2022, one month after assuming the presidency in Colombia, and spoke against the hypocrisy of the United Nations. He denounced the global North and international non-profit industrial complex (NPIC) discourses of “saving the jungle,” discourses that actually do more harm than good for climate justice work in Latin America. He stated,

I come from a country of blood-stained beauty … it is not just beautiful … there is also violence … There is nothing more hypocritical than the discourse to save the rainforest … the rainforest is burning, gentlemen, while you are making war and are playing with her … the savior rainforest is seen in my country as the enemy to defeat, as the deviance to annihilate … for you, my country is not of interest other than for unleashing poisons on her rainforests, taking her men to prison and sending her women to exclusion, you are not interested in educating the children, only in killing their rainforests and extracting coal and oil from her womb.

The unwavering poetics and charismatic discourse of men like Petro are both the public face and an unresolved problem of the Left in Colombia and beyond. I watch in tears of simultaneous rage and joy as Petro uplifts literary and leftist legacies of Colombian history—his reference to Gabriel García Márquez, his fierce anti-imperialism—decentering knowledge production before an audience that seldom listens South beyond their hollow respectability politics (Roy 2020). Yet the face that we see in the United Nations, speaking out with beautiful anti-imperialist prose, defying directly and staring down the leaders of the global North is Petro’s. I thought to myself, what is Francia Márquez feeling-thinking (sentipensando) as she watches this discourse in the United Nations?

These feelings of productive rage are sentiments shared by many Colombian feminists and feminists close to struggles of liberation in Latin America. We embrace but also see beyond the beautiful poetics of the first leftist President in the history of Colombia as he speaks truths before world leaders in the United Nations in gringolandia. This act brings me joy in many ways. This analysis of the “open of veins of Latin America” (Galeano 1971) played an important role in helping me grasp at my own extraction and forced displacement from Colombia and led me to build my connection to the movements I now fight alongside. This analysis shapes my understanding of the fraught relationship between the academy, the act of knowledge building and the support of social movements.

At the same time, there are silences that make this scene unbearable. To begin, some of us rage and mourn the voices and stories that are missing. At the forefront is the missing voice of Francia Márquez, the first Afro-Colombian woman to occupy the position of vice president. Despite her election, Márquez still represents one missing voice of the Latin American Left: a voice that has been consistently silenced, tread upon, as the macho militant Colombian Left scrambles for power while sidelining its feminists and other critics. Sadly, Petro’s prose before the United Nations assembly is also one example of this pattern of silencing through cooptation. Márquez has consistently risked her life in decades of struggle for environmental justice in and beyond her community in the Pacific region of Colombia, yet it is an open secret that she has been isolated from the president by Petro’s closest advisors. Petro is guilty of silencing women, particularly feminists and women of color, by relegating them to the margins while banking on their struggles for justice. Márquez—and the Afro-Colombian, Indigenous, and campesino social movements that she brought to the Pacto Histórico (Historic Pact)—become a footnote of the poetics of Petro, when in fact Márquez’s legacy and struggle could (or rather, should) be at the core of a reparative politics for the Americas, that places the history of classed, racialized, and gendered violence in the center of what the current administration refers to as la Paz Total, or Total Peace.

Just as Márquez is not and should not be a footnote in the discourses of Petro, my work as an activist-scholar with social movements against state violence in and beyond street spaces seeks to center the lessons of Colombian social leaders, mis maestras (my teachers), in practices of community-driven science that repair and heal rather than extract. They are the teachers and leaders who must be centered in the social memory of movements against state violence in Colombia.

In my own work, I see how, again and again, these maestras are rendered footnotes. Starting in 2011, I was part of a collective project called Pares en Accion-Reacción Contra la Exclusion Social (Peers in Action-Reaction Against Social Exclusion, or PARCES), which was inspired by Fals Bordian modalities of Participatory Action Research (PAR)[1] and ciencia popular. The PARCES founders came together across extreme class differences in the initial configuration of our collective. PARCES was an organization that fought against practices of state violence and social exclusion in street spaces in Colombia. Our logo—shoes tossed over a power line (Figure 1)—signaled our fraught desire to walk in solidarity with others who occupy a different space of class privilege in society. Our conceptualization of social exclusion was inextricably linked to ideas about class difference and patterns of exclusion in the city. The logo represents forces of resistance and connection hanging over, or weighing down on, structures of oppression. I don’t think we ever verbalized this metaphor, but the action-reaction work we did across class lines was weighed down on a heavy structure of class privilege at the Universidad de los Andes (a fortress of power and privilege), which we challenged through solidarity organizing in the streets of the city center, just blocks away from this university. The PARCES shoes symbolized a method of radical accompaniment, of documenting and witnessing police violence, creating visibility, and denouncing this violence from up above the power lines.

Yet these class differences, and the silencing effects of macho militancy within the collective, eventually destroyed the collective. Although resisting traditional classed divisions in society was one of the reasons why PARCES gained popularity so quickly, and why folks from an elite institution felt so strongly about joining forces with comrades in the streets, there were significant unresolved dilemmas of class privilege that facilitated the reproduction of the common tropes of savior complexes and cooptation of participatory principles and praxis (Martinez 2019; Ritterbusch 2019). Not everyone was invested in the project in the same way, for the same reasons, nor were the stakes as high for each individual. We needed concrete mechanisms to address class difference, privilege, and what that means for the survival of all. We needed to ask: What are we going to do collectively about class differences in our collective? How are we going to address this to ensure the long-term survival of all collective members [and beyond], and how can we reconcile what this implies without falling into NPIC logics of charity and commercialized social struggle?

I believe that we have still not resolved this dilemma. In the aftermath of PARCES, multiple justice-seeking organizations emerged, many of whom remain unaccountable and reproduce common toxic threads of the NPIC. They coopt international social justice resources (instead of redirecting toward grassroots movements and street-level activists who were central to their positioning at the high policy level) and cast these activists to the footnotes, as Petro does Márquez, standing on their shoulders as they occupy positions of power and visibility, without acknowledging who and which herstories are used as stepping stones in the world of human rights advocacy and policy-making against police violence. What these organizations seem to have learned in their mastery of NPIC principles and practices, is that they can capitalize on a certain macho militancy, insisting on their radical ethos, while coopting street-level space and struggle to insist on policy legible and fundable police reform practices instead of pushing toward abolitionist horizons.

Notes

[1] Orlando Fals Borda was a Colombian sociologist who theorized PAR from social movement spaces in the 1970s in the global South. Part of my process of self-reflection after the demise of PARCES was coming to terms with the macho militant undertones of Fals Bordian PAR and related modes of inquiry.

References

Galeano, Eduardo. 1971. Las venas abiertas de América Latina [Open Veins of Latin America]. Buenos Aires: Sigloventiuno editores.

Martínez Apráez, Laura. 2019. “Víctimas, salvadores y el colapso de una ONG: beneficios y riesgos de la aplicación de metodologías participativas en el trabajo de organizaciones no gubernamentales.Antípoda, Revista De Antropología Y Arqueología 1, no. 35: 47–67.

Ritterbusch, Amy E. 2019. “Empathy at Knifepoint: The Dangers of Research and Lite Pedagogies for Social Justice Movements.Antipode 51, no. 4: 1296–1317.

Roy, Ananya. 2020. “‘The Shadow of Her Wings’: Respectability Politics and the Self-Narration of Geography.Dialogues in Human Geography 10, no. 1: 19–22.