Identities
From the Series: Pathways
From the Series: Pathways
Whenever I go to Bolivia, which is far too seldom lately, the inevitable moment arrives: a friend of mine, a sociologist and prominent lawmaker for Evo Morales’s MAS party, spots me in one of our favorite hangouts. We have known each other for a very long time, but in our recent encounters, he has taken to identifying me with the person whose model has molded my academic life. “This is Tobias,” he points out in a playful tone to the person next to him. “He is a student of Tom Abercrombie, whose interpretation of Bolivian society is very thought provoking, even though it is wrong.”
When I was studying for my master’s in Germany in the 1990s, Tom’s writings were a hot commodity. Of course, Tom was not the first historian or anthropologist to describe colonial vestiges in Latin American indigenous culture. However, his doctoral thesis (Abercrombie 1986), his texts on the Carnival of Oruro (Abercrombie 1992) and Bolivian indigeneity (Abercrombie 1991), and later his Pathways of Memory and Power (Abercrombie 1998) threw into particularly high relief the vicissitudes of cultural identity in the Andes. Aymara society, we learned, was not a static manifestation of a conservative and inward-looking cultural frame, but the dynamic outcome of the indigenous engagement with changing structures of domination. Andean rituals did not just survive a history of hiding idols behind the altar but were crucially based in institutions and practices promoted by the colonial regime. National folklore was not just an innocent homage to the demons and deities populating the Andean landscape, but rather evoked the ambiguities of postcolonial representation, creating proximity and distance with subaltern others. This was before academic texts were easily accessed through the internet, which added to the excitement with which we shared copies of Tom’s works among our group of students interested in the Andean region.
The perspective that Tom brought to the study of identity in postcolonial Latin America resonated profoundly with how I perceived Bolivian society, and I went to New York to pursue my doctorate with Tom as my supervisor. Picking up a strain of inquiry from his work on the carnival of Oruro, we decided that my field site should be the festival of the Virgin of Urqupiña, one of Bolivia’s big folkloric events. Sure enough, reality interfered with what I had thought would be the themes of my research. Bolivia went through some years of constant upheaval, of Water Wars, Black Octobers, Gas Wars, and a thousand road blockades for issues large and small. Never shy to take on a conflict with the authorities of their town, the folkloric dancers with whom I was working were right in the middle of it, scheming, plotting, and mobilizing to help their cause in the midst of a factious political landscape.
The incessant organizational meetings I sat through during fieldwork were practical lessons in civic association and an embodied commentary on the dramas playing out on the national news. It was quite self-evident that this was about democracy and civic culture, about collective organization and the ways in which the Bolivian citizenry interacted with the agents of the state. But how to wrap this into an academic argument? When I came back from the field, Tom pointed out the relevant literature, nudging me toward a thematic interest that has remained with me for subsequent projects on religious groups and the formation of civic subjectivities, even though my work thus left the pathways that his precedent had laid.
Bearing the imprint of Evo Morales’s anti-imperialist and liberationist presidency, the political conjuncture of recent years did not favor the sort of nuanced discussion of identity in the Andes that Tom’s writings offer. Half a millennium after the Spaniards conquered the Inca empire, the idea that cultural purity is not an option may seem like an obvious truth. However, Morales’s government, “pluri-national” by constitutional mandate, has enacted its vision of the state by fostering communal autonomies through social, political, and cultural decolonization. Although in theory, decolonization does not need to preclude the recognition of the hybrid historic confluences described in Tom’s texts, the concomitant political practice has tended to downplay the vestiges of the West in Andean indigenous society.
In this context, to point to the Spanish colonial influences contained in Bolivian cultural formations is thus quickly judged as offensive by many supporters of Morales’s proceso de cambio (process of change), such as my lawmaker friend. On the other side of the hardened political divide, Andean particularism tends to be seen as a ruse that masks the corruptions committed by a populist political machine. Here Tom’s rich and sympathetic descriptions of indigenous agency run up against an often-bigoted disdain for Morales’s popular appeal.
Never easily appropriated for one political position or the other, yet adding historical and ethnographic focus to the hotly contested disjunctions of the Bolivian social process, it is quite obvious that Tom’s writings are as relevant as they are timely. Hence my friend’s begrudging recognition of his work, which I take as an encouragement to keep belaboring the difficult topics that the moment may not favor.
Traducido por Erika Rosado.
Cada vez que voy a Bolivia, lo que es muy poco últimamente, sucede lo inevitable: mi amigo, un sociólogo y prominente legislador del Movimiento al Socialismo (MAS) liderado por Evo Morales, me divisa en uno de nuestros lugares favoritos. Nos conocemos ya desde hace mucho tiempo, pero en nuestros encuentros más recientes ha adquirido la costumbre de identificarme con la persona cuyo modelo moldeó mi vida académica. “Este es Tobias” dice en un tono bromista a la persona sentada a su lado “Es un estudiante de Tom Abercrombie, cuya interpretación de la sociedad boliviana es muy interesante pero está equivocada”.
Cuando cursaba mis estudios de maestría en la Alemania de los noventa, los escritos de Tom eran muy cotizados. Por supuesto, Tom no era el primer historiador o antropólogo en describir los vestigios coloniales de las culturas indígenas latinoamericanas. Sin embargo, su tesis doctoral (1986), sus escritos sobre el Carnaval de Oruro (1992) e indigeneidad en Bolivia (1991) y posteriormente su libro Pathways of Memory and Power (1998, 2006 en español) destacaban las vicisitudes de la identidad cultural en los Andes. Aprendimos que la sociedad aymara no es una manifestación estática de un marco cultural conservador y volcado hacia dentro, sino más bien el resultado dinámico de la interacción indígena con estructuras cambiantes de dominación. Los rituales andinos no eran solo los sobrevivientes de una historia de ocultar ídolos detrás del altar, pero estaban esencialmente basados en instituciones y prácticas promovidas por el régimen colonial. El folclore nacional no era simplemente un inocente homenaje a los demonios y deidades del mundo andino, pero más bien evocaba las ambigüedades de la representación colonial, creando proximidad y distancia con el otro subalterno. Esto fue antes de que la producción académica sea fácilmente accesible en el internet, lo que se sumaba a la emoción con la que intercambiábamos copias del trabajo de Tom entre nuestro grupo de estudiantes interesados en la región andina.
La perspectiva que Tom aportó al estudio de la identidad en la América Latina poscolonial resonaba de manera profunda con el modo en que yo percibía la sociedad boliviana, por lo que fui a Nueva York a realizar mi doctorado bajo su supervisión. Partiendo de sus observaciones sobre el Carnaval de Oruro, decidimos que mi campo de estudio sería el festival de la Virgen de Urqupiña, uno de los eventos folclóricos más grandes de Bolivia. Eventualmente, la realidad cambió lo que pensaba serían mis temas de investigación. Bolivia atravesaba años de constante turbulencia política como la Guerra del Agua, el Octubre Negro, la Guerra del Gas y cientos de bloqueos de vías por una multiplicidad de problemas. Sin miedo de entrar en conflicto con las autoridades del lugar, los bailarines folclóricos con quienes trabajaba estaban siempre maniobrando, tramando y movilizándose para ayudar a su causa en medio del turbio clima político.
Las incesantes reuniones organizacionales a las que asistí durante mi trabajo de campo eran lecciones prácticas en asociación civil y la materialización de los dramas que aparecían en la televisión nacional. Era evidente que se trataba de democracia y cultura cívica, organización colectiva y las formas en las que los ciudadanos bolivianos interactuaban con los agentes del estado. Pero, ¿cómo resumir esto en un argumento académico? Cuando regresé del campo, Tom me dirigió a la literatura relevante, empujándome hacia un interés temático que ha permanecido conmigo en proyectos posteriores sobre grupos religiosos y la formación de subjetividades cívicas, a pesar de que fue así cómo mi trabajo salió de los caminos que su precedente había trazado.
Llevando la marca de la presidencia antiimperialista y liberacionista de Evo Morales, la coyuntura política de los últimos años no ha favorecido una discusión profunda sobre la identidad cultural en los Andes como se hace en los escritos de Tom. Medio milenio después de la conquista española del imperio incaico, la idea de que la pureza cultural no es una opción pareciera ser una verdad obvia. Sin embargo, el gobierno de Morales, “plurinacional” por mandato de la constitución, promulgó su visión del estado promoviendo autonomías comunitarias a través de la descolonización social, política y cultural. Aunque en teoría, la descolonización no tiene por qué impedir la cognición de las confluencias históricas híbridas descritas en los textos de Tom, la práctica política concomitante tiende a minimizar los vestigios del Occidente en las sociedades indígenas de los Andes.
Apuntar a las influencias españolas coloniales manifestadas en las formaciones culturales bolivianas es por lo tanto juzgado como ofensivo por parte de los partidarios del “proceso de cambio” promovido por Morales, como mi amigo legislador. Al otro lado de la marcada división política, el particularismo andino tiende a ser visto como una artimaña que enmascara la corrupción cometida por la máquina política populista. Aquí las descripciones ricas y comprensivas que Tom ofreció de la agencia indígena se enfrentan a un desprecio frecuentemente racista por el llamado popular de Morales.
Siendo difícilmente asimilado a una posición política u otra, pero agregando un enfoque histórico y etnográfico a las reñidas disyuntivas del proceso social boliviano, es bastante obvio que los escritos de Tom son tan relevantes como oportunos. De ahí el reconocimiento a regañadientes de mi amigo por su trabajo, que tomo como un estímulo para seguir insistiendo en los difíciles temas que el momento puede no favorecer.
Abercrombie, Thomas A. 1986. “The Politics of Sacrifice: An Aymara Cosmology in Action.” PhD diss., University of Chicago.
———. 1991. “To Be Indian, To Be Bolivian: ‘Ethnic’ and ‘National’ Discourses of Identity.” In Nation-States and Indians in Latin America, edited by Greg Urban and Joel Scherzer, 95–130. Austin: University of Texas Press.
———. 1992. “La fiesta del carnaval postcolonial en Oruro: Clase, etnicidad, y nacionalismo en la danza folklórica.” Revista Andina 10, no. 2: 279–352.
———. 1998. Pathways of Memory and Power: Ethnography and History among an Andean People. Madison: University of Wisconsin Press.
———. 2006. Caminos de la memoria y del poder: Etnografía e historia en una comunidad andina. La Paz: IFEA, IEB.